El Vitalismo se define como la corriente doctrinaria que sostiene la creencia en la existencia de un principio vital que distingue a los organismos vivientes del mundo físicoquímico, significa pues, que la vida está regida por un principio vital, y no por la materia. Significa que desde el interior de cada cosa se genera el movimiento de cada cosa, e implica un respeto a la cualidad de las cosas.
A lo largo de nuestra Historia, diversas personalidades de alguna u otra forma han apoyado esta idea, en algunos casos confundiéndola o llamándole de igual manera que el "alma" o "anima", pero siempre en referente a la esencia,
a la sustancia simple, a la fuerza animadora. Filósofos antiguos como Platón, Aristóteles, y Santo Tomás tuvieron esa visión, sin embargo es con Hipócrates y Paracelso, y después con los modernos, cuando tiene mayor esplendor
dicha corriente.
El pensamiento vitalista de Hipócrates gira también alrededor de la Physis, entendiéndolo como el principio genérico y el fundamento real de todo el universo. Permite que el universo se realice y configure
como algo ordenado y bello. Decía: cada cosa es en sí misma su propia naturaleza, su physis, lo cual determina su individualidad. Los movimientos de la physis humana obedecen a una "fuerza invisible" y a una contingencia
que constituye la trama de su movimiento vital, su vida. Consideró al alma como la parte más sutil del cuerpo, invisible y que crece a lo largo de la vida y cuyas funciones propias son el pensamiento, la conciencia, la
afectividad, y la estimativa.
De la Escuela de Montepellier, Bordeau consideró que la enfermedad es un desorden anatomofisiológico, al cual la fuerza vital trata de conducir hacia el buen orden de la salud. De la
misma época, Barthez cambia el concepto de fuerza vital a Principio Vital, considerando a éste como más general, y a la fuerza como más particular de cada órgano. Refiere que el Principio vital es distinto del alma, en
tanto que el alma es espíritu.
Se considera que el pensamiento filosófico de Bergson es el que mejor explica el vitalismo que es congruente con la Homeopatía. Su concepción del "Elan Vital", como el impulso vital, como la energía espiritual
que le permite al hombre avanzar y trascender, es muestra de ello
Hahnemann en el párrafo 9 del Organón define clara y precisamente a la FUERZA VITAL (autocrática) como algo que "anima dinámicamente la parte material del cuerpo, que ejerce un poder ilimitado, y mantiene todas las partes del organismo en una admirable
armonía vital, tanto en lo que respecta a la actividad o funcionamiento, como a la sensibilidad", esto significa que la fuerza vital se caracteriza por ser "algo" inmaterial, inalcanzable a la percepción de nuestros sentidos,
que reside en la parte material del hombre, que es su cuerpo, pero que es la que lo "anima", quien da la vida a esa parte material. Sin esa fuerza vital, el cuerpo es solo materia muerta, carente de sentido, sin finalidad.
Al considerar a la fuerza vital como autocrática, implica que se gobierna por sí misma, que en ella reside el poder y el gobierno de manera ilimitada para lograr la plena armonía tanto funcional como sensitiva del organismo,
es el centro de control total. Este sentido rector de la fuerza vital abarca a todas y cada una de nuestras células, su gobierno está en relación en primer lugar a su conservación, en segundo a su función y sensibilidad,
y lo admirable: lograr la armonía del todo, con lo cual permite que el individuo permanezca en este estado de salud.
Esta armonía es el toque divino a la existencia del hombre. La armonía
en el interior del hombre es un fiel reflejo de la armonía del universo (un microcosmos del macrocosmos, recordando a Paracelso), creación divina perdurable, eterna, y sin embargo, al ser producto de la fuerza vital y estar
ligada a la materia, tiene la capacidad de cambiar de un estado a otro (del de salud a enfermedad, y viceversa) pero esencialmente, siempre tendiente a la búsqueda del equilibrio, a mantener esa admirable armonía.
Al final del párrafo, el maestro invoca la finalidad de la fuerza vital, la finalidad que busca al lograr la armonía tanto en la función como en la sensibilidad: "de modo que el espíritu dotado de razón que reside en nosotros, puede emplear libremente estos instrumentos libres y sanos para conseguir el elevado objeto de nuestra existencia". Indudablemente que esta frase encierra un gran contenido teleológico. Al mencionar lo espiritual del hombre invoca su creencia divina, comprende la existencia de un poder sobrenatural, creador y formador de todas las cosas, y el hombre como expresión máxima de dicha creación. Esa expresión divina en el hombre se manifiesta a través del espíritu, el cual reside, habita y vive en el hombre mismo, y se sirve de la fuerza vital y del cuerpo para lograr los altos fines de la existencia. El instrumento del espíritu para lograr ésto es la razón, el entendimiento. Al hablar de los altos fines de la existencia, implica la armonía individual, el bienestar del individuo, el pleno uso de facultades, el lograr la adecuada adaptación a su medio ambiente, su relación armoniosa con sus semejantes, y lo más trascendente preservación y mejoramiento de la especie, una especia cada mas perfecta, cada vez más alejada de su "noxa patológica", que permita "aumentar las virtudes y cualidades del hombre". Para Teylar de Chardin, los altos fines de la existencia del hombre es la Cristogénesis, que implica el camino a la perfección, de lo bello, de lo sublime de lo eterno, de vivir en la Luz y para la Luz. Implica justamente cumplir con el imperativo de nuestra creación de ser imagen y semejanza de Dios. En el terreno clínico práctico, el maestro nos indica que es precisamente en esa relación de fuerza vital-cuerpo en donde se da la salud, y es ahí donde consecuentemente el médico va desarrollar su profesión. Entender y comprender que el origen de la salud está en el equilibrio de esa “liga”, y que por lo tanto, no existe razón para buscar la enfermedad en otro lugar, que no sea la fuerza vital desequilibrada, es de lo más trascendente para el quehacer médico. La enfermedad no está en los rincones de los tejidos muertos, la enfermedad no está oculta a nuestros sentidos, la enfermedad la encontramos en la fuerza vital desarmonizada y que se manifestará a nuestro entendimiento a través de la totalidad sintomática.
En el párrafo 10 del Organón dice:" El organismo material, sin la fuerza vital, no es capaz, ni de sensación, ni de funcionamiento, ni de su propia preservación; deriva todas las sensaciones y efectúa todas las funciones de la vida únicamente por medio del ser inmaterial (la fuerza vital), que anima el organismo material, tanto en salud como en enfermedad". Con esto nos reafirma que todas las funciones y sensaciones se realizan por medio del principio vital, que los anima tanto en estado de salud como en el de enfermedad. Sin el Principio vital el cuerpo no es capaz de preservarse, tiende a la descomposición, se convierte en un cadáver. En el Párrafo 11 dice: "Cuando una persona cae enferma, es solamente esta fuerza vital, espiritual y automática, que existe en todo el organismo, la que primeramente se perturba por la influencia dinámica de un agente morbífico, que es hostil a la vida; es solamente la fuerza vital, desarreglada a tal estado anormal, la que proporciona al organismo sus sensaciones desagradables, y le inclina a los procesos irregulares, que llamamos Enfermedad; pues como una fuerza invisible en sí, y sólo perceptible por sus efectos en el organismo, su desarreglo morboso sólo se demuestra por las manifestaciones de la enfermedad, en las sensaciones y funcionamiento de aquellas partes del organismo expuestas a los sentidos del observador y del médico; es decir, por los síntomas morbosos, y no puede hacerse manifiesto de ninguna otra manera". En este párrafo afirma categóricamente que en la fuerza vital es en donde ocurre primero el desorden en un estado de enfermedad, y es pues, de donde deducimos que la Enfermedad es un desequilibrio de la fuerza vital. Y también es la fuerza vital la que expresa la enfermedad a través de los diferentes síntomas, la cual es también perturbada de manera dinámica. Implica que no hay nada morboso que no se de a conocer al médico por medio de signos y síntomas.
Debemos reconocer entonces que "la perturbación morbosa del dinamismo vital y la totalidad de los síntomas, constituye un todo, una sola y misma cosa, puesto que la fuerza vital y el organismo constituyen un todo, una sola y misma cosa", y son las únicas entidades a las que tiene acceso el médico. Entonces, esta fuerza vital, que es dinámica, no puede ser afectada más que de un modo también dinámico, y esto solo puede lograrse mediante la acción dinamizada de los medicamentos homeopáticos. Esta fuerza vital pues, es la energía que armoniza al organismo en estado de salud, pero también es la que se desequilibra en el estado de enfermedad. Y entonces dónde queda la evidencia aparente de la diferentes lesiones que podemos ver en las enfermedades? Bueno, esa es la materialización de la enfermedad, más no la enfermedad misma. Pongamos un ejemplo: En la Enfermedad de Parkinson, primero ubicamos el órgano afectado que es el cerebro (nivel orgánico); si nos adentramos vamos a darnos cuenta que existe un problema a nivel de neuronas (nivel celular), y luego al adentrarnos más nos damos cuenta que existe un problema en los neurotransmisores (nivel bioquímico), y cómo hasta ahí podemos ver y medir algo, pensamos que aquí está el origen de la enfermedad, pero la realidad es que se habla ya de un problema molecular, y después atómico, y llegar precisamente a este lugar es llegar al plano energético (dinámico) de la enfermedad. El universo está gobernado por la energía. Nuestro sistema solar está gobernado por la energía. El planeta tierra está gobernado por la energía. ¿Porqué el hombre no va estar gobernado por la energía? ¿A caso somos algo ajeno a este mundo, a este universo? Por pura lógica deducimos, que el ser humano también está gobernado por la energía, y es precisamente en ese nivel donde se encuentra la salud, pero también la enfermedad. La esencia de las cosas es la estructura energética de que está compuesta dicha cosa. Y lo vemos en todo lo que nos rodea. El agua (que es la materia) está constituida esencialmente por dos electrones de hidrógeno y por uno de oxígeno. La materia agua no es la esencia, su esencia es su composición. Albert Einstein nos dijo que E=mc2 (energía es igual a masa por velocidad de la luz al cuadrado), y esto significa que simple y sencillamente todo es energía, solo cambia su manifestación. Siendo así, ¿Porqué la medicina tradicional se aferra en estudiar y tratar lo material del organismo y se olvida de la esencia del mismo? ¿Paradójico verdad?
Comentario.
Hemos analizado, aunque superficialmente, como el vitalismo ha existido a lo largo de nuestra Historia, significa pues, que no fue un conocimiento nuevo para Hahnemann, sino que más bien, Hahnemann fue quien le
dio la aplicación práctica. ¿De que serviría saber que existe un principio vital que mantiene en perfecto orden y armonía todas y cada una de las funciones del organismo, sino sabríamos cómo actuar sobre él cuando se altera,
cuando se enferma? La visión del maestro fue genial: algo dinámico, solo puede ser modificado por algo también dinámico. Pero ¿Cómo lograrlo?, otra respuesta genial: dinamizando las substancias a utilizar. Por ello es que
entender el concepto del Principio vital es relevante para el médico que busca ser homeópata, de no entenderlo o aún peor, no aceptarlo, sería contradictorio estar usando substancias dinamizadas. Y aún más grave, utilizar
drogas alopáticas al mismo tiempo. Todo esto significaría ignorancia total de este principio, estar en un estado de plena contradicción, pues ni se es alópata, ni mucho menos homeópata. Resulta relevante su comprensión
porque el Principio Vital es el que rige al organismo tanto en estado de salud como en el de enfermedad.