A lo largo de la historia del hombre, podemos darnos cuenta que siempre ha existido la preocupación por conocer el origen de la enfermedad y evidentemente la forma más conveniente de tratarla.
En los tiempos más remotos predominó el concepto mágico religioso, y posteriormente se fueron desarrollando en todas las culturas diversas teorías, de acuerdo al pensamiento dominante de la época. En todos los rincones de la existencia humana podemos encontrar vestigios de esa ansia del saber, tanto en China como en Mesoamérica, tanto en la India como en el Egipto, tanto en la cultura náhuatl como en los caldeos. Así surgió también la teoría humoral entre los griegos, y después con Hipócrates –considerado acertadamente el Padre de la Medicina- tomó un giro verdaderamente impresionante. Hipócrates fue un gran observador no solo de lo que él hacía, sino de la propia naturaleza, y dentro de las múltiples aportaciones que hizo, de lo que más se le reconoce es su teoría sobre la terapéutica. De acuerdo a lo que él observaba en sus pacientes y en la naturaleza de las enfermedades determinó que existen dos formas de curar, una mediante la ley de los contrarios y otra, mediante la ley de los semejantes. Claramente dijo que cuando la causa de la enfermedad fuera externa al organismo se curara por la ley de los contrarios, y que cuando la causa de la enfermedad fuera interna, se curara por la ley de los semejantes. La ley de los contrarios por ser simple y fácil de aplicar encontró gran eco en el gremio médico, teniendo un gran auge con Galeno, otro gran médico de la época. Sin embargo la Ley de los semejantes no tuvo la misma suerte, debido principalmente a su falta de comprensión, y a que no existía una metodología de aplicación. Así pues, la ley de los semejantes, que es la esencia gestacional de la homeopatía fue orillada al olvido.Tuvieron que pasar muchos años, hasta que Cristiano Federico Samuel Hahnemann Spiess, médico alemán graduado en la Universidad de Leipzig retomara el principio de similitud y desarrollara el método científico para su aplicación. Desde sus estudios primarios en su natal Meissen demostró gran talento intelectual, dedicación al estudio y búsqueda de la verdad, y una envidiable habilidad para el dominio de los idiomas (dominaba 7 idiomas). Precisamente, haciendo una traducción de una materia médica del inglés Cooler, descubrió que los efectos tóxicos de la quinina eran muy semejantes al cuadro clínico que presentaban los enfermos de malaria, por lo que decidió experimentar en él mismo lo que sucedía al ingerir dicha sustancia, comprobando que desencadenaba síntomas semejantes a esa enfermedad, y que al suspenderla, también cedían los síntomas. Con estas observaciones Hahnemann dedujo que las enfermedades naturales podrían curarse con medicamentos que fueran capaces de producir una enfermedad semejante en el hombre sano.
Gracias a este suceso, el maestro inició una serie de experimentaciones con diferentes sustancias, desarrollando al mismo tiempo toda una metodología científica que respaldara su nueva medicina, pero también toda una doctrina que
cimentara su descubrimiento. Para llegar a estas conclusiones, Hahnemann tuvo que reconocer en sus 8 años de ejercicio médico en primer lugar lo inhumano de la medicina reinante de su tiempo, lo inapropiado de los procedimientos
terapéuticos, y la falta de sustento científico de sus hipótesis. Esta inconformidad lo orilló a abandonar el ejercicio de la medicina, a poner en riesgo la salud de su propia familia, y hasta la estabilidad económica de la
cual gozaba.Si bien es cierto que con la ley de los semejantes, nace la homeopatía, Hahnemann no se conformó con el descubrimiento de este principio, se dio a la tarea de desarrollar toda una doctrina que fundamentara y fuera
el pilar de la misma medicina, medicina cuyo objeto de estudio era el hombre mismo. Así retoma y hace suyos diferentes conceptos de los grandes pensadores que lo precedieron. Revive y le da su aplicación práctica al principio
de la fuerza curatriz del organismo que Hipócrates había considerado; partiendo de la Ley de Analogía y de la ley de identidad, desarrolla el principio de la individualidad morbosa y por lo tanto de la individualidad medicamentosa;
partiendo de estas mismas leyes, y como resultado de sus experimentaciones, desarrolla la ley de los semejantes y la experimentación pura; considerando el estudio filosófico de los grandes pensadores respecto al ser tripartita
del hombre, desarrolla el principio vital y su aplicación práctica y el beneficio que implica a la humanidad; producto de sus minuciosas y acertadas observaciones clínicas impulsa su principio de la dosis mínima y la teoría
miasmática.
Estos principios conforman los pilares de la Homeopatía, y uno es interdependiente del otro, y todos juntos sustentan ya no a la homeopatía, sino a toda una Doctrina Homeopática, cuyo fin último es la trascendencia del
hombre así como el mejoramiento de la especie. Gracias a los rotundos éxitos curativos de Hahnemann y sus discípulos, la Homeopatía se difunde a varios países del mundo.